RELATO DE ESPRONCEDA.

Nunca había entrado en un fumador de opio. Lo hice por pura o impura amistad hacia la persona que me acompañaba.

Nunca había entendido el porqué el ser humano recurre al consumo de esta droga sabiendo las consecuencias que tiene para la salud y yo no tenía intención alguna de probarlo, entre otras razones porque me habían informado de la pérdida de cabello que el consumo de opio produce y francamente lo más lejos de mi intención era quedarme calvo.

Nunca me imaginé el espectáculo que iba a contemplar al traspasar la espesa cortina que separaba el hall de entrada del habitáculo dispuesto como fumadero. Cuerpos sudorosos tumbados sobre alfombras , con los ojos extraviados por sentir sensaciones rayanas con la locura, mirándome sin ver, se hacinaban en la habitación. Tuve que usar de todo mi ingenio para no tropezar con los desparramados y evitar caer sobre ellos.

Nunca imaginé que mis amigos, entre ellos Calvarian, pensarían, cuando conté mi historia que yo era un autentico cuentista y que descubrirían que mi historia la había soñado un caluroso día del mes de Agosto.